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martes, 1 de marzo de 2011

PARTIDISMOS RADICALES (I)


Tradicionalmente, la política en España es de un nivel pésimo. Así de simple.

Y no lo digo por asuntos menores como la famosa y desafortunada Ley Sinde, ya que el hecho de que una persona no pueda acceder a música, cine o literatura por su elevado coste, no es algo primordial, yo diría incluso banal. Al fin y al cabo, las personas acceden a esos contenidos por ocio y no por necesidad.

Existe en nuestro país una visión de diferentes sociedades. No hay un nosotros común dentro de la política referido a toda la nación: hay un nosotros contra un vosotros; sí, vosotros, los del otro bando.

Y es una pena que en vez de remar todos en la misma dirección y centrar los esfuerzos en llegar a buen puerto, los esfuerzos se centren el luchar para destacar contra el partido político rival. ¿Rival por qué? ¿Acaso no están todos dentro del mundo de la política para un mismo objetivo? Sí, solo que el objetivo no es hacer lo mejor para el país, si no para el propio partido.

Y el problema es que a la sociedad le gusta estar en un bando para poder decir que el suyo es el mejor. No solo en la política. Desde pequeños, se nos inculca a elegir un bando y defenderlo a muerte:
O eres de este equipo de fútbol o del otro. Pero ten en cuenta que si eliges uno, has de rivalizar con los aficionados del equipo contrario…No, no puede gustarte solo el deporte.

Pues con la política pasa exactamente lo mismo: has de ser de derechas o de izquierdas, pero aborreciendo la gestión de los demás; e invertir esfuerzos en desacreditar y hacer autobombo en vez de intentar de hacer bien tu trabajo, aunque sea discretamente. Y es ahí donde reside uno de los grandes males de nuestros políticos: prefieren tomar medidas que les otorguen votos por nefastas que sean; a medidas que  pese a ser impopulares, a la postre sean lo mejor para el país.

Y de colaborar ya ni hablamos: en los tiempos de crisis ningún partido opositor propondrá una medida que ayude a salir del paso para que el partido en el poder no se lleve el mérito de aplicarla. Y lo peor no es eso, si no que aunque lo hiciera, el partido en el poder la despreciaría para que no se llevara ningún otro el mérito de la idea

Y es que al igual que un club de fútbol del más alto nivel, los partidos políticos se han convertidos en empresas privadas que manipulan y gestionan sus empleados para un solo objetivo que no es otro que vender camisetas ganando de jugando de cualquier manera (lo que sería conseguir votos a base de desprestigiar a los demás), en vez de hacer un buen juego.

Solo hay una diferencia: el deporte es una competición entre diferentes equipos donde obligatoriamente unos ganan y otros pierden, pero si el futuro del país o municipio no se gestiona bien, perdemos todos.

¿Por qué me viene esta reflexión?  Lo analizaré en el siguiente post. ENLACE

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