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miércoles, 2 de marzo de 2011

PARTIDISMOS RADICALES (y II)


Parece que además la rivalidad entre bandos trasciende fuera de la política, al igual que los radicales se llevan su rivalidad a encuentro violentos fuera de los estadios de fútbol.

Da vergüenza haber presenciado como algunas personas, demasiadas a mi parecer, han declarado alegría ante el reciente problema de salud de la política Esperanza Aguirre. He llegado a leer en redes sociales personas que le deseaban lo peor solo por el hecho de ser del otro bando político. Este hecho está perfectamente narrado por Mario G. en un ejemplar episodio de Trending Podcast.

En España todavía arrastramos secuelas de antiguos conflictos. Muchos aún piensan que ser de derechas implica ser fascista, y por tanto seres despreciables; o que ser de izquierdas es odiar a las personar adineradas y a todo lo religioso, llegando a la misma conclusión.

Entonces ¿las buenas personas son apolíticas? Una persona no debería de condicionarse por esas ideas anticuadas, ver a los que no se identifican con el mismo emblema como un enemigo; o lo que es peor condicionar su pensamiento porque si una idea les parece que es lo que harían los otros, dan por hecho que no es buena idea.

Donde vivo existe una panadería de bastante calidad, tanto en productos, precios y trato. En las últimas elecciones municipales, me quedé asombrado al ver y oír como parte de la clientela dejó de acudir a la panadería solo por el motivo de que el propietario aparecía en una lista electoral. Solo por profesar públicamente una ideología política, perdió clientes y empezó a ser criticado por los que antes recomendaban su servicio.

Tanto los casos de la panadería como el estado de salud de cualquier político no es parte del juego. Entre otras cosas porque no es un juego, aunque se invité a participar a todo el mundo.

Una cuestión es ¿Por qué nos radicalizamos bajo el amparo de unas insignias? Ya sean escudos, banderas o siglas, son solo envoltorios.

En un viaje a la ciudad de Córdoba, pude presenciar la discusión (y no debate) entre dos vecinos, en cuyos balcones ondeaban una bandera: en la de uno la bandera española vigente en la actualidad y en la del otro la vigente durante el último periodo de república. Ninguno hablaba de lo que representaba cada una de esas banderas, solo del símbolo en sí: los dos decían que la del otro era basura.

Más tarde, al contar la anécdota, un conocido replicó que la persona que defendía la mal llamada bandera republicana tenía razón. ¿Razón en qué? ¿Acaso las dos no cumplen igualmente su papel, que no es otro que simbolizar España independientemente de estado político? ¿Acaso esa bandera no representaba en aquella época a TODOS los españoles igual que la actual lo hace ahora? A unos les puede parecer una más bonita que otra, pueden estar más conforme con el gobierno o el régimen vigente en cada momento, pero es ridículo que a nadie le parezca menos válida. Pues parece que la bandera solo nos representa a todos cuando gana la selección de fútbol.

En mi humilde opinión, se han de dejar atrás rivalidades que hacen que una persona sea considerada como un tirano por algunos, aunque sea solo por estar bajo una simbología diferente, llegando desearle desgracias de todo tipo. Porque lo que ocurre con escudso y banderas, también ocurre con las personas.

Lo primero que ha de exigirse a un gobernante como tal es que gobierne bien, y no que sea afín a tu partido. Y lo primero que hay que exigirle a una persona, es que sea buena persona.

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